viernes, 11 de marzo de 2011

Revolving door

Gira incansable, a un enfermizo ritmo constante que no parece desfallecer. Por mucho que intente entorpecer las vueltas, lo único que consigo es salir propulsada hacia alguna pared que va acomilando las grietas de los golpes, uno por cada arrebato de ira. Siquiera tiembla al amoratar mi cuerpo. No se relentiza ni cambia de dirección. Nada. Igual. siempre girando al mismo compas enfermizamente estancado. Y una envestida más. Un nuevo golpe. Un moratón más. Una grieta más.

Algún día me romperé, lo sé. Y solamente entonces dejará de moverse, eso también lo sé.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Lluvia de barro

Me cogió por sorpresa. Una lluvia casi opaca; barro vomitado desde las tripas de unas nubes  inmundas que me manchaba la ropa y ensuciaba el pelo.  La porquería que toda aquella ciudad escupía al cielo era devuelta sobre los transeúntes en forma de mejunje apestoso de color desagradable.  A los pocos minutos, una fina capa de lodo cubría gran parte de mi escuálido cuerpo.  La gente era catapultada en todas direcciones por un instinto animal de supervivencia en busca de un cobijo mejor que el que acabasen de abandonar, yo, simplemente, seguía andando arrastrando los pies bajo mi escudo impenetrable de mierda urbana.  Me quedé solo caminando por una de las aceras más transitadas de aquel hormiguero donde solía existir.  Empezaron a mirarme desde sus inseguros refugios.  Sin percatarme, me había convertido en el bufón de la corte; una corte de caras burlescas que me seguían con ojos desdeñados que no eran más que mascaras hipócritas que algún día se quebrarán.  Y entonces ni ellos mismos sabrán quienes eran ni qué son ahora. La mía también perecerá, por supuesto, y con ella, muy probablemente, cesará la lluvia de barro.  Y seguirá sin salir el sol.   

miércoles, 2 de marzo de 2011

La Mestressa de dos pobles més enllà

Corria a grans gambades carrer avall; ja se li tornava a escapar l’autobús.
L’ únic autobús que hi havia per sortir del poble.
 La motxilla, amb les corretges fluixes, votava sorollosament a cada gambada fuetejant-l’hi l’esquena amb cops sords. Les cames adolorides per aquell esforç sobtat i inusual, maleïen a cada pas les sabates tan poc còmodes per a córrer que duia. Es va aturar esbufegant a la cantonada de davant  la parada del bus per contemplar, burleta, com el seu transport marxava sense ella. Es va fitar en el reflex de l’aparador que tenia darrera; cabells esbullats, ulleres tortes per la correguda, galtes vermelles y el pit accelerat intentant recuperar el compàs habitual. Va seure de mala gana sobre la vorera pensant una excusa més original per donar que la ja clàssica i per a tots coneguda “me adormit”, resignada a esperar fins que el següent tasto públic amb rodes aparegués per allà.